El autoboicot de Barcelona

Este miércoles 20 de enero de 2016 en la comisión de presidencia, derechos, ciudadanía, participación y prevención  del pleno del Ayuntamiento de Barcelona, el grupo Municipal de la CUP solicitará: “conocer todos los acuerdos que tiene el ayuntamiento de Barcelona con el Estado de Israel y sus ciudades y saber si el gobierno de la ciudad piensa poner fin al hermanamiento entre Barcelona y Tel Aviv, así como al acuerdo de 2013 antes comentado así como a otros en caso de existiesen”.

Barcelona está hermanada con Tel Aviv y Gaza desde 1998 y en noviembre 2013 el alcalde Trias firmó un acuerdo de cooperación y amistad con Tel Aviv para intercambios comerciales y tecnológicos relacionados con las ciudades inteligentes.

Por otra parte la afluencia de turismo judío e israelí en particular es bastante mayor en Barcelona que en Madrid. Se calculan 200.000 visitas anuales en Barcelona y unas 30.000 en Madrid. Esto se debe en parte a la localización estratégica de Barcelona. Sea cual sea el motivo, la cifra no es nada despreciable y quizás para conseguirla también ayuda la importante promoción turística de Barcelona dirigida al público judío( incluso en hebreo).

Si Ada Colau y su equipo contestan “Sí” a la pregunta del grupo municipal de la CUP o si se pone en marcha un procedimiento para deshacer los acuerdos que la ciudad de Barcelona tenga con el Estado de Israel o romper el hemanamiento con la ciudad de Tel Aviv se cometerá un atropello sobre todo contra la imagen exterior de nuestra ciudad.
Sabemos que la izquierda radical apoya, en ocasiones forma parte y en el caso de Ada Colau incluso ha hecho campaña conjunta con el movimiento antisemita BDS. El “Boicot, Desinversiones y Sanciones” nació en un principio como  medida de presión contra los asentamientos. Sus fundadores y militantes la han  convertido en una maquinaria antiisraelí, antisemita y anti Derechos Humanos.Véase el caso Mathisyahu o las relaciones de BDS en los atentados terroristas de París,  en la sala Bataclan.

Huelga decir que el boicot a deportistas, científicos, artistas o empresas israelíes no beneficia a nadie y que se hace con el propósito de señalar, coaccionar y discriminar. Por supuesto no les aporta nada a los palestinos de las zonas en conflicto que dicen defender. BDS es la voz de su amo y responde muy oscuros intereses disfrazados de consignas de izquierda.
La CUP, por su parte,  se autodefine como partido antisistema y Barcelona Común adopta el discurso de la izquierda rupturista que supuestamente quiere cambiarlo todo para mejorar, lo cual evidentemente no sucede. En su cuenta de twitter la alcaldesa de Barcelona Ada Colau decía: “seguimos construyendo el cambio real”. Basta mirar temas como el turismo y la presencia del Top Manta en la ciudad para saber que  Colau sí obedece a un sistema pero que es uno que no es eficaz y que sí produce cambios y muchos a peor.
La izquierda radical no aprecia el actual sistema, pero eso no los hace antisistema. Las fuerzas “progresistas” que empujan a estos grupos a boicotear a un país con el que tenemos relaciones diplomáticas son un sistema; uno teocrático, liberticida, que discrimina a sus mujeres, que cuelga homosexuales y que aplaude y fomenta la muerte de civiles si son judíos o americanos.

¿Es ahí donde se quiere colocar el gobierno de Barcelona?
¿Quiere Ada Colau reconsiderar sus contratos con empresas israelíes para que “la mano que mece la cuna” del islamismo radical más alejado a los valores que fundan nuestra civilización esté a gusto y siga campando a sus anchas?

¿Se plegará la alcaldía a los deseos de quienes se dicen antisistema y han entrado en el sistema clientelar de Convergencia y sus satélites intercambiando favores con los que decían que eran sus adversarios políticos?

¿Permitirá el resto del pleno que el trabajo de años de cooperación para atraer a los turistas judíos que vienen a miles se estropee y que la imagen de Barcelona ante el mundo sea la de una ex-gran ciudad que ha decidido autoboicotearse en nombre de una consigna inventada por odiadores?