Ofrendas inocentes. Gracias ANC.

 

Escribir hoy sobre los farolillos estelados de la cabalgata de Reyes en Vic no es producto del desfase aunque lo parezca. Está todo el mundo harto de las fiestas y su resaca y yo vengo de nuevo con el día de Reyes, pensarán algunos.
No vengo a hablar de la cabalgata de hace 5 días. Lo mío es aún peor. Voy a decir las mismas cosas de siempre sobre los mismos temas. No quito el dedo del renglón porque no debo. La única diferencia es que hoy agradeceré mucho a la ANC el acicate navideño.

Os diré una cosa respecto al intento de la ANC presidida por Jordi Sánchez, buen amigo de Terra Lliure y sus paralelos abertzales, de apropiarse de una cabalgata infantil. Solo una cosa: Que Me alegro. Sí, me alegro.
Llevo años observando a las familias volcarse para darle un día de Reyes fantástico a sus hijos. He hablado con algunos que se van al pueblo, dejan la puerta abierta, vierten leche por el suelo para hacer ver que han pasado los camellos de los Reyes. ¿Cuántos abuelos habré oído advertir a los críos que se portasen bien porque si no, no recibirían el regalo de esos “que todo lo ven”?, cuánto cuidado de hermanos mayores por no revelar el preciado secreto a los pequeños, cabalgatas entre luces percherones y carrozas, familias que esperan horas en el frío para ver pasar a quienes traerán aquello con lo que los pequeños quieren jugar.

Se intenta estirar la mayor cantidad de años posibles la inocencia, eso que algunos llaman ilusión, otros magia, y que guardan con celo,  a veces por costumbre y otras, por el placer de ver un año más las caras de sorpresa de los niños y atesorar momentos felices que bien guardados les ayuden a aguantar la dureza de hacerse mayores.
Pensarán ustedes que es una maldad alegrarme de que esta gente haya intentado meter mano en el momento más dulce de las Navidades infantiles. No lo es. Se los aseguro.
Yo, como ustedes quisiera que esas cabecitas virginales permaneciesen limpias cuanto más tiempo mejor. Pero algunos padres de familia se han escandalizado por primera vez en años al enterarse de que alguien intentaba colar símbolos políticos en una cabalgata de Reyes. Muchos de los que se han llevado las manos a la cabeza estos días llevan años consintiendo que la escuela catalana sea el semillero de los peones del nacionalismo del futuro.
Habrá algunos que encuentren perfectamente normal que nuestros hijos estudien historia tergiversada, sean incompetentes para escribir en una lengua propia hablada por 500 millones de personas en el mundo y aprendan que viven en un país opresor. Muchos de esos padres seguro que nunca han vivido ni visitado un Estado opresor, pero esa es otra historia. Ahora se les pone la mosca detrás de la oreja. Lo de los Reyes ya ha sido demasiado. Menos mal.

Algunos de los que consideran apropiada la inmersión histórico-lingüística y entrenamiento de militantes para «hacer país» en la escuela  no han estado tan contentos con que los niños fuesen manipulados el día de Reyes. Otros que no son entusiastas pero consienten lo que sucede en la escuela catalana se han lanzado a las redes en favor de un día de Reyes limpio de manipulación política.
Dense ustedes cuenta que han necesitado que les toquen el momento de los recuerdos felices, del calor de casa, lo más íntimo para darse cuenta de que les están tocando la inocencia a sus hijos. Si ha hecho falta esto para caer en la cuenta que las criaturas están al frente del batallón en la lucha separatista, bienvenido sea el disgusto.
Ahora no reculen. No dejen que sus hijos sean una ofrenda por acción o por omisión.

El uso de los niños por gente que nos hace creer que es porque quieren lo mejor para ellos es típico de los regímenes totalitarios. Y mucho se habla aquí del derecho a decidir pero si el niño crece con el cerebro lavado las decisiones de su futuro seguramente se verán condicionadas por ello y, visto lo visto, hay pocos políticos que usen a las criaturas con buenas intenciones.

Buen año. En especial para quien quiera sumarse a la lucha por el derecho de los niños a crecer sin que les condicionen el futuro en favor de la silla ni el bolsillo de nadie.

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